jueves, 13 de diciembre de 2018

Epifanías de fin de año




Epifanía 1
Cuando describo mis inicios en la literatura, incluso en la Bio de este mismo blog, siempre cuento que dejé el profesorado de Literatura en el Joaquín, cuando luego de varios años a mi ritmo, tuve una revelación: yo no quiero enseñar literatura, yo quiero escribir.

Era el 2006, ya trabajaba como redactora publicitaria y de eso vivía. Ya tomaba talleres literarios hacía años y ya me había contagiado de Lij de María Inés Bogomolny.

Así, el taller de adultos pasó a ser uno de Literatura infantil y juvenil, con el infinito manojo de llaves de Iris Rivera, y así pasaron otros casi diez años, algunas publicaciones en revistas, algún premio y hasta un libro publicado; cuando una compañera de la biblioteca popular donde aún colaboro, me pidió darle taller. 

NO.
No sé, no puedo, no estoy preparada.

Ya alguna vez mi hermana me lo había dicho, ¿por qué no armás algún proyecto? -todos sabemos que los familiares no son objetivos-.

NO.
Y la responsabilidad y el respeto y... 

NO.
No tengo tiempo, el trabajo, mi escritura, la vida...

Hubo un primer NO, un segundo NO, un tercero, pero la aspirante fue insistente y llegó un sí, chiquito, dudoso, aterrado. 

Epifanía 2
Empezamos las dos, en mi estudio, solitas, solas... y epa, segundo misterio: ¿dónde estaba eso que fluía en mi decir tan naturalmente?, ¿dónde estaban los gestos, las miradas, el análisis, sobre lo propio y lo ajeno? ¿qué era eso que excedía lo académico, lo teórico, en un nivel sutil que aún no me explico?

Así pasaron dos años más, y tomando seguridad en cada encuentro, fueron apareciendo más talleristas y más espacios. Todo fue creciendo a pedido y una vez alguien me preguntó si daba talleres virtuales. Entonces capitalicé la experiencia de esa modalidad que yo ya había tomado como alumna, y si bien no es lo mismo que un encuentro presencial, donde uno se mira a los ojos, este plano sutil que antes describía, en un punto sí traspasa la virtualidad, creando posibilidades para los que están lejos, los que no llegan, los que no pueden...

Epifanía 3
Y acá estamos, al final de este 2018, donde hace unos días me di cuenta que soy la misma persona que hace once años se dijo y anduvo diciendo "yo no quiero enseñar literatura". No es que sienta que ahora enseño, pero sí transmito, comparto el camino recorrido de mi propia escritura, en voz de Michèle Petit, Lo mío, lo tomo siempre de otras manos. ¿Cuánto serán los restos del profesorado? ¿Cuáles los de mi recorrido escribiendo? ¿Cuántos los de uno mismo? No lo sé, pero entre las preguntas aparece una nueva revelación, que si me lo decían hace poco, no lo creía. Ya no quiero -ya no puedo- dejar de hacerlo.


martes, 24 de julio de 2018

La literatura tiene que roer

Lauchas

Iris Rivera
Fernando Falcone
Ediciones SM
El barco de vapor/ Serie Roja


Hace poco más de un año, Iris Rivera nos ofreció a algunos talleristas leer el manuscrito de su primera novela. No el libro impreso, no una prueba de galera, el original para ser corregido, para sumar ojos; con la humildad de quien se deja mirar por sus alumnos.
A mí, que soy muy tempranera, la lectura me acompañó los amaneceres tardíos del otoño, con mate en la cama y a la luz de la netbook. El libro en cuestión ya se llamaba Lauchas.

Para quien no conozca el barrio de Constitución esta novela es un mapa. Un plano de plazas, terminales, edificios, hospitales y hasta semáforos. Un plano de calles y techos, por arriba y por abajo; una pintura, como las ilustraciones de Fernando Falcone.

Si el lector no fue atrapado por el detalle de la cartografía, este libro es también una enciclopedia naturalista. Se despliegan por sus páginas flora y fauna entre roedores, zorzales, pajaritas, árboles, pinos, margaritas, aves del paraíso y especies varias.

Lo que sí debo avisar es que en lo que no hay mapa, guía o fórmula, es en el uso del lenguaje. Entre Pino y Aníbal las palabras tienen el sentido de su fonética, como se escuchan se entienden y así el operador "opera", una derivación "derriba" y una transfusión te "transfunde". Un trabajo minucioso, humorístico y sensible, que juega todo el texto con la literalidad de la palabra.

Lauchas es un mapa en muchos sentidos y fundamentalmente en el seguimiento de las vidas de los protagonistas por las calles y por los años, por los techos y por los vínculos, por lo particular y por lo general, porque hay una trama social, una cuadrícula común a todos, un dibujo que nos muestra.

Apenas lo terminé, supe que a pesar de su naturaleza rastrera, estas Lauchas estaban destinadas a volar alto y así ha sido, resultando Destacado ALIJA 2017 en la categoría novela infantil.

Me recuerdo hoy, aquellas mañanas, bajo ese extraño efecto de llorar y reír al mismo tiempo. De no poder explicar por qué uno llora, por qué uno ríe. 
Llorar, reír, roer... eso que la literatura nos hace.


www.facebook.com/iris.rivera.374?ref=br_rs
www.fernandofalcone.com.ar
www.smliteratura.com.ar/




jueves, 31 de mayo de 2018

De vientos marinos y soplados


Ponencia presentada en las XVIII Jornadas La Literatura y la Escuela de Jitanjáfora, Mar del Plata 2018.

Mi llegada a la Lij no es académica, al menos con título en mano. Al provenir del ámbito de la comunicación y solo con algunos años de estudiante en el profesorado de Literatura, si me hubieran dicho que iba a escribir y exponer una ponencia sobre esta disciplina, no lo hubiera creído. Pero claro, no lo hice sola. Dios los cría y el viento los amontona.

Y será el viento del mar el que nos arremolinó, cuando este verano, a alguno de los ocho autores de este grupo se le ocurrió presentarnos en Jitanjáfora. 

Luego de nutricias reuniones (por todo lo que comimos mientras pensábamos) acerca de sobre qué hablar dentro de los temas propuestos, elegimos enmarcarnos en La promoción de la lectura más allá del ámbito escolar. Formas y ámbitos no convencionales en distintos contextos.¿Por qué? Porque decidimos contar el proceso de más de diez años en el que nos transformamos de talleristas en escritores, y de escritores en mediadores.

La ponencia se tituló Un coro en la Rivera. Coro, porque fuimos ocho voces, toda una ponencia coral. Rivera, con ve corta, por nuestra maestra Iris Rivera, que todo el santo tiempo nos aguijonea para no quedarnos en la orilla, para correr los márgenes, para estirarnos siempre un poco más, como la ola que moja cada vez más lejos la arena.
María Gabriela Beziti, Nilda Lacabe, Paula Lertora, Walter Martínez, Cristina Peuscovich, Luciana Schwarzman, Gabriela Vidal y yo, contamos nuestras diversas experiencias, en escuelas, jardines, dentro y fuera del aula, talleres, bibliotecas; para grandes, para jóvenes, para chicos; de escritura, de lectura, de todo y para todos.

La alegría reinante cuando la ponencia fue aceptada perduró mientras corregíamos, preparábamos la presentación, elegíamos a los ponentes y practicábamos... Creció hasta el fin de semana de abril, que cual viaje de egresados, todos partimos a Mardel.





Es verdad que con ocho experiencias, la ponencia nos quedó apretada en el papel, y larga y finalmente interrumpida en Mar del Plata, por los tiempos cronometrados del programa de las jornadas. La sal del mar en la boca, un poroto al lado del gusto a poco que nos quedó después de tanto trabajo y logística.
Pero otra vez nos impulsó el soplo de la Rivera, que propuso exponerla en otro lugar, completa y con el tiempo que el trabajo merecía.


Y de soplos se trataba nomás, porque bajo idea de Iris, nuestra compañera de talleres y amiga, Verónica Hallac, nos abrió generosamente las puertas de su preciosa librería Soplavientos 
como anfitriona de lujo.


Hicimos una convocatoria abierta a docentes, estudiantes, bibliotecarios y todo adulto interesado en hacer que los libros para niñ@s y jóvenes se encuentren con más lectores. 
Repetimos entonces, con gente querida, con gente nueva, y con el tiempo como invitado principal.

Nuestros libros especialmente expuestos en la librería.




Agregamos lo que habíamos editado para Mar del Plata y más, pudimos hablar todos y cada uno, se abrió un espacio de preguntas e intercambio, y hasta comimos y tomamos cosas ricas (eso nunca dejamos de hacerlo).
Y así fue como nos encontramos primero animándonos a ser mediadores además de escritores. Después nos animamos a registrarlo y contarlo, y ahora nos animábamos a compartirlo, no una, sino dos veces. 

Será el viento, que nos amontonó primero y ahora esparce y multiplica lo que logramos juntos.

La ponencia completa pueden encontrarla aquí: 
https://drive.google.com/drive/u/1/folders/1FYvjuR5cJxrMT-SvgWA3oKaImSv7z8kA?ogsrc=32


















martes, 15 de mayo de 2018

Cuando la escuela se propone volar

Alguaciles en el Instituto Educativo de las Artes y las Ciencias María Elena Walsh 


Cuando antes de entrar, uno de los directivos de la escuela me dijo te vas a caer de "espaldas" -digámoslo así- refiriéndose a la muestra de trabajos del proyecto institucional que todo el jardín había hecho con mi libro Alguaciles, creí que exageraba.

Hacía días que consultábamos con Diego Moscato, el ilustrador, acerca de qué íbamos a hacer allí, para prepararnos a compartir con los niñ@s el proceso de creación del libro. Las respuestas eran escuetas y casi que estábamos preocupados, pero comprendimos después que querían sorprendernos y vaya que lo hicieron.

No es mucha mi experiencia en visitas a escuelas y no son muchas las escuelas que elijan un libro de poesía en educación inicial, saliendo de la seguridad de la rima, y arriesgándose a la cadencia lenta de este poema narrativo que sin llegar a serlo en la teoría, nos trasporta al clima del haiku.

Para no estar fuera de tono, la lluvia nos acompañó hasta Florencio Varela a compartir el camino de lectura de todo turno mañana y turno tarde de salas de 3, 4 y 5 años.

Lo que encontramos cuando llegamos es algo que difícilmente olvidaré. Cientos de niños en ambos turnos, vestidos de Alguaciles. No estaban disfrazados, eran alguaciles, me explicaron. Trajes comprados, fabricados, con materiales, con ingenio, con tiempo, con cariño, en el que padres e hijos participaron.

Cada sala, cada pasillo, cada pared, con un abordaje sobre la obra. Desde la plástica, desde la biología, desde los tipos textuales, desde cada arista que abriera al juego, o que simplemente abriera.


Estuvieron invitados y asistieron gran cantidad de padres y madres que acompañaron a sus hijos y con quienes compartimos una charla sobre mediación y poesía para seguir multiplicando prácticas y saberes sobre la experiencia poética en un enriquecedor intercambio.

Graciela Montes en Ilusiones en conflicto de La frontera indómita, reflexionando sobre la relación Literatura y escuela, se pregunta ¿El contacto con la literatura en la escuela induce, prepara, ensancha, promueve, energiza, despierta el contacto con la literatura en la vida diaria?
(...) A la escuela la sorprende y la sobresalta la literatura, no sabe bien dónde ponerla, qué hacer con ella; a veces parece que la llevara en brazos como un paquete engorroso, trastabillando con él, dejándolo caer un poquito por cualquier sitio.

Pero en esta delicada relación hay escuelas que sí saben. Que proponen la literatura como lo diverso, como lo casual, como lo gratuito. "La literatura acompañada por el arte todo, por el equipaje simbólico de la cultura y por el juego."






 *Las fotos de los niños están autorizadas.









jueves, 22 de febrero de 2018

Animarse a animar

Siempre se habla de la dificultad que supone el largarse a escribir. Del soltar la mano, de desbloquear barreras, del terror a la hoja en blanco. Nunca me pasó.
Desde el primer diario con tapa de Sarah Kay y pilas y torres de cuadernos, no paré. Es de manual, para los que empezamos así, pasar de lo personal a la poesía primero y la ficción después, siempre llenando cajones.

Trabajar como redactora publicitaria, exponiendo diariamente mi trabajo escrito, me cocinó lento en el fuego de la mirada ajena, con lo cual también fue fácil exponerme, mientras mi escritura llegaba a ser literatura.
Pero luego de más de una década de talleres, formación, libros publicados y actividades de promoción de la lectura, empecé a escuchar bastante seguido la pregunta de cuándo iba a dar un taller yo. La respuesta también era fácil: nunca.
Nunca, porque nunca se está preparado, porque nunca se sabe lo suficiente, porque nunca estaría uno a la altura de esa gran búsqueda, la de la palabra propia, pero de un otro.
Y ahí, como aparecidos, se me presentaron el temor y el terror juntos. El de la hoja y el del ojo, con su poder retroactivo. Claro estaba: me asustaba más la idea de coordinar que de escribir.
Porque cómo encender, avivar o hasta aquietar la llama de palabra que todos llevamos. Con qué aire soplarla, con qué agua rociarla.
Una futura alumna insistió e insistió, y con la irresponsable certeza de no saber cómo, me animé.
De esto hace un largo año y medio. Debo decir que un taller, este taller, es un lugar atravesado por la exploración y el descubrimiento de nuevas formas de escribir y de leer, en primer lugar de esta coordinadora.
Lo que sigo aprendiendo es que no se trata de saber todo o más, para transmitirlo, sino de compartir con otros lo caminado y esencialmente lo que tenemos por caminar juntos.
Los resultados no son ni académicos ni estadísticos: talleristas felices y coordinadora alcanzando altos picos de plenitud.


Ahora, el único miedo que tengo es a dejar de hacerlo.