Charla dentro del ciclo Encuentros Entre Palabras en el stand del Congreso Nacional, FILBA 2019.
Quería empezar ese encuentro, así, directo, leyéndoles un poema:
y se zambulle
en un bote sin fondo.
contradice la
ley de gravedad.
era ese el que
importaba.
pero el libro
que importa
Este es un fragmento de un poema de Iris Rivera, no
lo escribí yo –me hubiera encantado-. Ella lo posteó hace unos días y el poema
me encontró cuando estaba preparando esta charla, así que se lo pedí prestado,
y maestra de muchos años, me dio su permiso generosamente para compartirlo con
ustedes.
Lo elegí para comenzar porque contiene una visión,
entre tantas, pero esta vez de un escritor, acerca de lo que un lector es, de
lo que un libro es, de lo que la literatura es. Lo que con la literatura pasa.
Y esa visión, preocupación y posterior ocupación de
un autor, puede expresarse como en este caso en una creación literaria, en belleza poética; puede convertirse en material teórico, ensayos,
conferencias, ponencias en congresos; puede también convertirse en acciones que exceden
la formas artísticas y académicas, y que son los actos de mediación propiamente
dichos, donde un cuerpo, un mediador, toma un libro y se lo presenta a otro
cuerpo, un lector.
Esto que digo, puede parecer una obviedad, si
pensamos una lista prolija de posibles mediadores (digo prolija, porque no voy
a incluir la lista espontánea y eterna de vecinos, tías, almaceneros, porteras,
enfermeros, etc.). Decía, en una lista prolija de mediadores podríamos nombrar: a
la familia, instituciones educativas, maestros, bibliotecarios, editoriales, activadores
culturales, revistas especializadas, librerías, ferias del libro, encuentros
con escritores -justo como acá, ahora- y precisamente se ve al escritor como
mediador dentro de esta clase de encuentros.
El escritor lleva en estas actividades un rol de
mediador implícito.
Y también se lo considera un mediador implícito
en la promoción de sus propios libros: presentaciones, visitas a escuelas,
firmas en ferias, entrevistas, etc.
La cuestión es cuando el escritor se propone ser
mediador ampliando este círculo de su propia producción literaria.
La pregunta sería qué le pasa a un escritor cuando
el deseo, la preocupación, la ocupación de que otros lean y hasta escriban es
tan fuerte como el propio deseo de leer y de escribir, idealizado el “escribir”
tantas veces como algo tan necesario como respirar.
Pensar un escritor que está dispuesto a ceder
horas de escritura, de corrección, de trabajo para decirlo amablemente “nalga-silla”,
que es el real trabajo de quien escribe, para dedicarse a capacitarse en
mediación, en participar de programas de promoción de lectura, en actividades
en distintos espacios, en poner el cuerpo para mediar.
Dos roles
Me interesaba contarles en esta charla mi camino
entre estas dos actividades, no para relatar mi curriculum o una biografía,
sino para compartir el proceso de cómo se presentaron estos dos roles en mi
experiencia y especialmente para que cada uno pueda verse a sí mismo, quienes
ya practiquen alguna o las dos actividades, o incluso puedan descubrir ese
deseo, esa preocupación que pueda transformarse en acción.
En mi caso, ambas cosas, mediación y escritura,
vinieron mezcladas, siguen mezcladas, definitivamente.
Mi primer oficio es el de redactora publicitaria;
trabajo todavía como redactora free lance y por eso escribí desde siempre todo
el santo día, pero no con fines literarios, sino institucionales y comerciales.
Como escritora mi camino no es muy distinto al
de la mayoría, empezando por los diarios íntimos, hasta la poesía en la
secundaria y seguido a eso los talleres literarios, pero cerca de los treinta me
independicé laboralmente y eso me dio un bien muy preciado: tiempo.
Empecé entonces a estudiar el profesorado de
lengua y literatura, al mismo tiempo que comencé un taller de capacitación con María Inés Bogomolny, que coordinaba en ese momento el proyecto
"Leer es contagioso" del Plan Nacional de Emergencia Alimentaria, del
Ministerio de Desarrollo Social, y que se desarrollaba en espacios comunitarios.
Ese fue mi primer contacto con la Literatura
Infantil y Juvenil y también con la mediación, aunque ni supiera que era eso.
Ahí, en ese preciso instante, se me abrió un
mundo, que hoy más de quince años después me aviva, así como un carbón cuando
lo soplan, me emociona, interpela y lejos de ir agotándose, se expande y
desdobla hacia múltiples e impensados lugares, como esta charla hoy.
En el taller de Leer es contagioso, explorábamos una caja llena de libros, que era
la misma que iba a comedores, jardines, bibliotecas, hospitales y centros de
salud, y que en ese momento yo no terminaba de dimensionar, en calidad de
autores, editoriales, colecciones.
Después de un año de trabajo formándome en ese
espacio, no me quedé quieta, y como aún seguía con tiempo, busqué dónde
implementar lo aprendido y por un contacto de mi hermana, que en ese momento
era residente el Hospital Piñero, conocí a Marisa Snaidman, psicopedagoga e
integrante del equipo de salud mental CESAC N° 14, en Villa Lugano.
Con ella creamos, planificamos y coordinamos “Leer Tiene Turno”, que fue un Programa de Promoción de
la Lectura y el Libro Infantil y Juvenil en Salas de Espera, dentro del Programa
de Juegotecas en Salud.
El turno de leer
Los
chicos junto a los adultos asistían a los turnos que tenían con los médicos y
en la sala de espera funcionaba una juegoteca a la que sumamos una suerte de
biblioteca con un armario lleno de libros que estaban en la institución, pero
no se usaban.
Como
suele ocurrir eran donaciones, mucha revista, enciclopedia, pero también había
algunos tesoros. Yo sin tener la más mínima experiencia, los catalogué, o hice
una lista, digamos, para saber qué había, agruparlos, arreglarlos,
acondicionarlos.
Al principio
el mueble que teníamos no estaba en el mismo lugar y los chic@s los tenían que
venir a buscar, pero luego habilitamos otro mueble en la misma sala de espera y
se podían servir.
Y
además, también llevábamos nuestros libros, los de los integrantes del equipo.
Los
libros eran para disfrutar junto a los papás o adultos que acompañaban a los
pacientes. Desde el equipo también acompañábamos, pero la propuesta era
propiciar el vínculo entre adultos y niños. No se podían llevar -salvo casos
muy puntuales-, pero como muchos niños realizaban tratamientos prolongados y
además asistían a la juegoteca, el vínculo de continuidad con los textos y el
espacio era muy natural.
El programa
se desarrollaba los miércoles por la mañana y algo muy importante -que tampoco
yo dimensionaba en ese momento- era que luego del horario con los niños, hacíamos
reunión de equipo para evaluar y registrar las experiencias, y ahondar en los
títulos con los que trabajábamos. Qué nos gustaba, qué no, que nos había
funcionado, qué no, y en esa interrelación seguir encontrando nuevos sentidos.
Hacer literatura más que enseñarla
Este
programa duró tres años, que fueron los que yo duré en el profesorado, tres o cuatro años, a mi ritmo, porque en ese proceso me di cuenta
que en vez de enseñar literatura quería hacerla, quería escribir. Ya la hacía o
ya lo intentaba, pero el camino se veía más claro en la Lij.
Así
empezaron los años de talleres Lij: la escritura, la escritura, la escritura;
la formación, la escritura, la escritura, la escritura.
Y por si fuera poco,
años después me interesó, además de escribir, intentar publicar, así que nalga-silla,
nalga-silla, nalga-silla.
Más
años y algún cuento en alguna antología y más nalga-silla. Y algunos cuentos en
revistas y más tiempo y más nalga-silla y ganar algún concurso y más tiempo y
más trabajo hasta un primer libro de poesía.
“Un
libro con tapitas”, como dice una escritora amiga, Gabriela Vidal, y si bien
fue un tiempo muy abocado a profesionalizar mi escritura, el deseo y la alegría
de la mediación sucedía en simultáneo.
Porque
ocurre que en medio de todos estos años también había tenido una hija, entonces
vino esa relación con la literatura infantil que nos impone lo vital de los
vínculos cercanos con los niños: el jardín, la escuela, la cooperadora, la
biblioteca popular…
Coordinar talleres también es mediar
Y
como si fuera poco o me sobrara tiempo, justamente a partir de la biblioteca
popular donde colaboro, surgió la posibilidad de coordinar talleres de
escritura.
En
principio lo rechacé, uno nunca se siente preparado para esos pasos, pero me
convencieron y ya van tres años, de coordinar un grupo en mi casa y en una
librería especializada en LIJ, en capital.
Esta
es otra gran actividad de mediación, aunque parezca inicialmente de escritura. Tomo
la premisa que no inventé yo, y es que escribimos porque leemos, somos lectores
que escriben y no al revés, escritores que leen.
Ya
había pasado bastante tiempo y todo esto que comenzó casi sin querer (por el
tiempo libre que me había dejado la publicidad), lejos estaba ya de ser algo
espontáneo, con lo cual con colegas que estaban en situaciones similares de
escritores-mediadores reflexionamos y escribimos sobre nuestras prácticas que fue
otro gran paso de crecimiento y hasta nos animamos a exponerlas en las Jornadas
de Jitanjáfora en forma de ponencia.
Todo
este camino que empezó con un Programa de promoción, se va cerrando o empieza a
dar otra vuelta, al integrar como voluntaria Puente de Libros, Programa de promoción de lectura en contextos de
encierro y espera, donde estoy trabajando desde el año pasado en el penal de
Devoto con familiares, y prontamente comienza una instancia intramuros con los
internos. El Programa está a cargo de Marisa Vidal Varela, también escritora,
depende del Ministerio de Justicia y Derechos humanos y tiene algo en común con
Leer es contagioso y Leer tiene turno, que son las
permanentes instancias de capacitación pre y post encuentros, cómo, qué para
qué, por qué, nos preguntamos todo el tiempo, y esto es algo fundamental,
porque la promoción de la lectura tiene una parte de espontánea y de muchas
buenas intenciones, que en la medida que la internalizamos, debemos
complementar con capacitación.
Hoy
participo en Puente de Libros, porque a Marisa Vidal Varela la conocí en Alija
(Asociación del libro infantil y juvenil de Argentina), que es lo me que lleva
a estar hoy acá, y con quien pensamos, creamos y promovemos las más diversas
actividades de promoción y mediación de lectura, desde las más obvias y transparentes,
hasta más complejas y articuladas con variados actores, como la Biblioteca del
Congreso, por ejemplo.
Escritores tapas para adentro o tapas para afuera
Cuento
toda esta historia mía, así muy condensada, porque hay un
pensamiento que fui construyendo durante los años en que empecé a relacionarme
con la LIJ y en la práctica de mi propia escritura, y es la idea de que un
escritor puede pensarse como escritor de tapas para afuera o escritor de tapas
para adentro.
El escritor tapas para
dentro es el que escribe, y su tarea puede ser creadora, creativa, intensa, de una
búsqueda estética, profunda y comprometida hasta el punto final de la última
página. Eso es en sí mismo correcto, deseable, loable y para mí imprescindible.
Ahora bien, el escritor
tapas para afuera es el que no considera su trabajo terminado en el punto final
del libro, cuando lo cierra, sino el que trabaja por fuera en el rol de
mediador, sea en su propio texto, en el de otros, en el acto de mediar, en el
acto de formar, capacitar, más o menos formalmente, participar y cuestionar,
sea a la literatura, a las instituciones, la industria, el mercado.
El escritor tapas para afuera se sale del centro,
de su condición de autor, para correrse a los márgenes, para rodear, merodear,
en un hacer en el que cuando media el protagonista es el libro. Una relación
que pasa de “escritor a lector” como se promocionaba esta feria hace unos
cuantos años que se decía “el libro del autor al lector” a una relación de
“lector a lector”.
Ocurre que muchas veces el autor es puesto en un
lugar de sapiencia, de poseedor de la verdad, sobre sus propios textos e
incluso los de otros autores, géneros o la literatura en general. El acto de
mediación conlleva ubicarse en un lugar de humildad, de respeto hacia quien
recibe, bajarse del podio de autor para transformarse en un “pasador de libros”
como dice Michelle Petit.
Esto, por supuesto, no se trata de juzgar si
está bien o está mal ser escritor tapas para adentro o tapas para afuera. Se
trata de lo que a mí como escritora me completa.
Porque me da tanto placer escribir. como pensar
y propiciar el acercamiento a los libros y la lectura, como una posibilidad de
que otros construyan sentidos para leer el mundo, como diría Graciela Montes. Pensar
en que alguien disfrute tanto un libro como para querer haberlo escrito o más
aún desear escribir un texto propio.
El encuentro con "ese" libro
Otra relación posible entre escritura y
mediación es la idea de que en la vida de los escritores, los primeros
encuentros con los libros, directos o mediados, suele remitir al momento mítico
en que el escritor se hace escritor. Considero esa noción verdadera, aunque
posiblemente un tanto idealizada, y fundamentalmente no menos real que el
momento mítico en que alguien no lector quedará signado por una experiencia que
torcerá su camino hacia la lectura.
En mi historia, el mediador emblema de mi vida
fue mi papá. El tenía sexto grado, era un gran lector, socio del círculo de
lectores, e hizo solo dos cosas para ser mi referente indiscutido, leer mucho
él a mi vista y comprarme siempre que pudo libros de la colección Robin Hood.
Me los presentaba organizando búsquedas del
tesoro, nunca más literal, porque me dejaba pistas bajo la almohada, tras los
marcos, en los cajones, para llegar a encontrar ese premio amarillo oro. Así
fueron, Mujercitas, Rosa en Flor, Bajo las lilas, Corazón, La soberana del
campo de Oro, Tom Sawyer…y más tarde llegaron los rojos y azules de la
colección Billiken y quién me iba a decir a mí que iba a publicar algunos
cuentos en la revista.
Tener presente esa emoción que marcó mi infancia
y marca hoy mi recuerdo es lo que también me lleva a repartirme, a ser una escritora incipiente,
que se desdobla en mediadora según la ocasión. Porque propiciar esa
transformación del lector que entra a un libro siendo pez y sale pájaro, como
dice Iris en su poema, es la misma búsqueda del acto de escribir como
movimiento, que propone María Teresa Andruetto, como camino para quien escribe
y para quien lee.
Mediar es provocar en sus dos sentidos
Llamé a esta charla Escritura y mediación, deseos encontrados como una provocación,
para que quien lo leyera se figurara una cosa o la otra, pero en verdad son deseos
encontrados, no por opuestos, sino porque tanto la escritura y la mediación son
haceres que buscamos y encontramos o que
muchas veces nos encuentran, como me encontró el poema del principio en el muro
de Iris Rivera.
Y en mi propio andar, además de deseos
“encontrados”, gracias al camino que uno viene transitando, son también deseos
cumplidos. Muchas gracias.
1] Petit, Michelle. Nuevos acercamientos a los jóvenes y la
lectura. Fondo de Cultura Económica. México, 1999.